Vigilante silencioso y eficaz de la apacible existencia actual del casco urbano de Tobed, su ubicación en lo alto del cerro, dominando el cauce del Grío, nos regala una maravillosa vista del valle encajado entre las sierras de Vicor y de Algairen.
Los restos de un pequeño torreón, conocido actualmente como el Palomar por el último uso conocido, la línea de muralla y el edificio de la ermita de San Valentín, actualmente también en desuso, forman un pequeño conjunto de aire defensivo protegido por pendientes inaccesibles y un barranco que etimológicamente lleva su nombre Trascastillo, pero que popularmente se conoce como los Abuelos, una peligrosa trampa para el hombre pero un lugar idóneo para el refugio de los animales de carácter autóctono.
La superficie de la plataforma nos da idea de la extensión original del conjunto fortificado que tan solo conserva parte de la muralla de protección del recinto y la parte baja de una estructura con estancia a la que se accedía por un arco de ladrillo, todo en argamasa de cal y piedra sin tallar.
De su origen y desarrollo histórico poco se conoce a excepción de la evidente posición estratégica de la localidad de Tobed ante el avance de las tropas cristianas en el momento de la Reconquista, situándola cronológicamente en los años inmediatamente posteriores a la toma de Zaragoza. El inicio de la la construcción de la obra mudéjar de la iglesia de la Virgen de Tobed en 1356, adoptando una tipología de carácter defensivo, hacen poco probable una datación posterior.
En esta misma plataforma se construyó un pequeño edificio, actualmente sin uso, destinado a ser ermita dedicada a honrar a San Valentín, patrón de la localidad desde la llegada de la reliquia de la mano de los caballeros de la orden militar del Santo Sepulcro.
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